miércoles, 21 de junio de 2017

CARTA DE LECTORES

¿Cuántas películas sobre rugby conocés? Quizá la más célebre sea Invictus, de Clint Eastwood. Ni falta hace mencionar de qué se trata. Hay otras, de factura estadounidense como Forever Strong (2008) o la más reciente Mercenaire, francesa, de 2016. Se me viene a la mente una británica, Up and Under, que solía ver en cable cuando era chico. Y no muchas más.
Si algún guionista está leyendo y tiene ganas de hacer una película sobre la ovalada y sus misteriosos piques, tan impredecibles como la propia vida, le puedo contar algo que pasó de verdad en una cancha y me tuvo como espectador de lujo en mi posición de árbitro.

Era un domingo cerca del fin de la temporada, cuando ya se juega bajo el cálido sol primaveral y en la ciudad de La Plata el perfume de los tilos llena todos los pulmones. Bueno, justo ese es uno de los protagonistas de esta historia: Los Tilos.Llegué al club de Barrio Obrero para dirigir un partido de juveniles entre el local y CUBA. El clima acompañaba y había promesa de buen rugby, ¿qué otra cosa podía pedir?. Sin embargo, iba a llevarme mucho más de lo que esperaba.

Como siempre, apenas ingresado al club busqué a los entrenadores para saludarlos y corroborar que todo esté en condiciones antes del partido. En ese momento, el entrenador de Los Tilos me dijo que necesitaba pedirme algo. Imaginé que sería una cuestión del estilo de "no tengo suficientes primeras líneas". Pero fue un pedido inesperado: uno de sus jugadores, Lucho, no había jugado en todo el año por un tumor en la cabeza "así de grande", describió, formando con sus dedos una esfera del tamaño de un pomelo. Sin embargo, había experimentado una mejoría y, con el aval del médico, querían hacerlo ingresar cinco minutos en el equipo A para darle un empujón anímico en su recuperación. CUBA estaba de acuerdo así que no había ningún impedimento para cumplir con el pedido. ¿Cómo me iba a negar a semejante cosa?

Comenzó el partido en la cancha uno y ambos equipos deslumbraban con un rugby de alto vuelo. Hábiles con las manos e inteligentes para mover la pelota, apoyaron un par de tries cada uno y estaba todo muy parejo. Faltando unos diez minutos para el entretiempo, le avisé al entrenador de Los Tilos que faltaba poco, para que Lucho empezara a precalentar.En un movimiento para salir jugando de sus propias 22, CUBA cometió knock on. Silbato, scrum. Miré el reloj y quedaban cinco minutos por jugarse. Le hice una seña a los entrenadores y Luciano Ferrea, Lucho, entraba a la cancha bajo una catarata de aplausos y sonrisas. Protegido por un cabezal negro y con su habitual camiseta 25, entró como tercera línea a empujar en ese scrum. Ya era un momento inolvidable, pero la película no termina acá. Los de verde ganaron la pelota y la abrieron a los backs. Pese a su potencia, les costaba romper la defensa cubana. Una fase. Otra. Avanzaban de pasos, pero siempre hacia adelante. Decidido, el medio scrum jugó hacia su derecha y el pase encontró a Lucho, quien corrió y tomó la marca para habilitar a su compañero y dejarlo solito para el try.

¡Qué felicidad en la cara de esos pibes! La tribuna rugió de alegría y todos los abrazos fueron para el 25, ese pibe de casco que había hecho la asistencia, en la cancha uno de su casa y rodeado de sus amigos. Otro partido donde la vida fue quien se impuso. Lo que iba a ser un acto simbólico terminó siendo el momento más lindo de una película que no habría imaginado ni el más optimista guionista de Hollywood.Tras unos minutos más de juego, terminó el primer tiempo y Lucho se fue aplaudido por todos. El partido continuó y finalizó con un resultado que ya nadie recuerda. 

Pero lo que va a quedar por siempre en mi memoria es la sonrisa de ese chico saludado y abrazado por todos después del try. Un momento de felicidad guardado en su corazón y el de los suyos que pesa más que cualquier químico y cualquier tratamiento. Lo más lindo de todo es que si hacen la película sobre esto, al comienzo va a decir "basada en una historia real".

El protagonista de la siguiente historia es Lucho Ferrea, jugador de la camada 2000 del Club de Rugby Los Tilos. El texto fue escrito y publicado por Agustín Avenali, árbitro de URBA, Unión de Rugby de Buenos Aires y autorizado por él para ser publicado.

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